CIRUGÍA GENERAL

La cirugía general abarca distintas intervenciones quirúrgicas para tratar enfermedades del esófago, estómago, intestino delgado, colon, recto, hígado, páncreas, bazo, tiroides, paratiroides, glándulas suprarrenales, mama y otras glándulas del aparato digestivo. También incluye la reparación de hernias y eventraciones de la pared abdominal, la extirpación de quistes y tumores de la piel y los tejidos blandos, y la cirugía bariátrica para el manejo de la obesidad.

La cirugía general tiene la ventaja de ofrecer una atención integral y personalizada a los pacientes que requieren una intervención quirúrgica, desde el diagnóstico hasta el seguimiento postoperatorio. Además, los cirujanos generales son profesionales con alta formación y experiencia en el tratamiento de enfermedades complicadas, como la cirugía de cánceres avanzados. Asimismo, la cirugía general se beneficia de las técnicas menos invasivas, como la laparoscopia, que reducen las complicaciones y el tiempo de recuperación.

La cirugía general, como cualquier procedimiento quirúrgico, tiene algunos riesgos asociados, como el sangrado, la infección, la lesión de órganos vecinos, las fístulas, las adherencias o las hernias incisionales. Estos riesgos dependen del tipo de intervención, del estado de salud del paciente y de las posibles complicaciones intra o postoperatorias. Por eso, es importante que el paciente siga las indicaciones del cirujano antes y después de la cirugía.

Los requisitos para someterse a una cirugía general dependen del tipo de intervención y de la patología que se quiera tratar. En general, se necesita una evaluación médica previa que incluya una historia clínica completa, un examen físico y unas pruebas complementarias (análisis de sangre, radiografías, ecografías, endoscopias, etc.). También se requiere un consentimiento informado por escrito en el que se expliquen los objetivos, los beneficios, los riesgos y las alternativas de la cirugía.

El proceso de recuperación después de una cirugía general varía según el tipo de intervención y el estado del paciente. En general, se recomienda un reposo relativo durante los primeros días o semanas, evitando los esfuerzos físicos intensos o las actividades que puedan comprometer la cicatrización. También se aconseja seguir una dieta equilibrada y adecuada a cada caso, beber abundante agua y tomar los medicamentos prescritos por el cirujano. Además, se debe acudir a las revisiones periódicas para controlar la evolución y retirar los puntos o grapas si es necesario.

Algunas complicaciones que pueden surgir después de una cirugía general son el dolor, la inflamación, el hematoma o el seroma en la zona operada; la infección o el absceso en la herida quirúrgica; la hemorragia o el hematoma interno; la fístula o la comunicación anormal entre dos órganos o cavidades; la obstrucción intestinal por adherencias o hernias; o las alteraciones nutricionales o metabólicas por malabsorción o pérdida excesiva de peso. Estas complicaciones pueden requerir un tratamiento médico o quirúrgico específico.

Los cuidados que se deben tener después de una cirugía general son los siguientes:

• Mantener la herida quirúrgica limpia y seca, siguiendo las instrucciones del cirujano para el cambio de vendajes o curas.
• Observar la herida quirúrgica y comunicar al cirujano cualquier signo de infección, como enrojecimiento, calor, supuración o mal olor.
• Evitar el contacto directo de la herida quirúrgica con el agua, el jabón, el alcohol o el yodo, salvo indicación contraria del cirujano.
• Proteger la herida quirúrgica de la exposición al sol o a fuentes de calor, para evitar la hiperpigmentación o las quemaduras.
• No fumar ni consumir alcohol, ya que pueden interferir con la cicatrización y aumentar el riesgo de complicaciones.
• No conducir ni manejar maquinaria pesada hasta que el cirujano lo autorice, ya que pueden afectar a la capacidad de reacción o provocar un traumatismo en la zona operada.

Otros cuidados de la cirugía general

• No levantar objetos pesados ni realizar movimientos bruscos o forzados que puedan tensar o romper los puntos o las grapas.
• No usar ropa ajustada ni cinturones que puedan comprimir o irritar la herida quirúrgica.
• Seguir una dieta adecuada a cada caso, evitando los alimentos que puedan causar gases, diarrea, estreñimiento o reflujo. En algunos casos, se puede necesitar un suplemento vitamínico o mineral.
• Beber abundante agua para mantener una buena hidratación y favorecer la eliminación de toxinas.
• Tomar los medicamentos prescritos por el cirujano, respetando las dosis y los horarios. No auto medicarse ni suspender el tratamiento sin consultar al médico.
• Acudir a las revisiones periódicas con el cirujano para controlar la evolución y retirar los puntos o las grapas si es.

Los beneficios que se obtienen con una cirugía general dependen del tipo de intervención y de la patología que se quiera tratar. En general, se busca mejorar la calidad de vida del paciente, aliviar sus síntomas, resolver su problema de salud y prevenir posibles complicaciones.

Algunos ejemplos de beneficios son:

• Reducir el riesgo de cáncer o mejorar el pronóstico en caso de padecerlo.
• Controlar la obesidad y sus comorbilidades asociadas, como la diabetes, la hipertensión o la apnea del sueño.
• Eliminar el dolor y la inflamación causados por las hernias o las eventraciones.
• Mejorar la función digestiva y evitar el reflujo, las úlceras o las hemorragias.
• Restaurar la estética y la autoestima del paciente.

Las alternativas a la cirugía general dependen del tipo de intervención y de la patología que se quiera tratar. En algunos casos, se puede optar por un tratamiento médico conservador, basado en medicamentos, dieta, ejercicio u otras terapias no invasivas. En otros casos, se puede recurrir a técnicas menos agresivas que la cirugía abierta, como la laparoscopia, la endoscopia o la radioterapia. Sin embargo, estas alternativas no siempre son posibles o efectivas, y pueden tener sus propios riesgos y limitaciones